Fiestas de primavera en Sevilla II

Jesús Pascual
3 min readApr 17, 2021
Una Virgen con san Juan bajo palio que dibujé a los cinco años con Paint desde el ordenador de mi padre

En la nota del móvil donde apunto ideas sueltas para guiones, escribí hace como tres años sobre una película que transcurriría en una misma noche, en un mismo espacio: una fiesta de un grupo de amigos jóvenes de Madrid y varios turistas extranjeros en un airbnb que habrían alquilado para unas vacaciones. No se darían más marcas del contexto ajeno a la casa. La fiesta (y la película) terminaría con el sonido de unos tambores lejanos sofocando el ritmo del techno, los jóvenes, extrañados, abrirían las ventanas y los balcones, ya sería por la mañana, y la Macarena estaría pasando por debajo del piso. Lloverían pétalos desde todas las cornisas de la calle y los protagonistas, en silencio, entrarían a contemplar un espectáculo que entenderían sin explicaciones. Todos los conflictos planteados entre los personajes quedarían resueltos —o, al menos, suspendidos— ante esa visión; una especie de deus ex machina sevillano.

En casa, el Viernes Santo por la mañana pusimos Rocío Jurado Saeta a la Virgen de la Macarena (Directo, 1988) a todo volumen y abrimos las ventanas del salón. Adrián se levantó de mal humor porque es trianera. Convencí a la Perdigona para que me acompañara a dar una vuelta por la calle Parras. La gente había madrugado y hacía cola para entrar en la basílica. En algunos balcones, más allá de las colgaduras típicas, había todo un despliegue de carteles enormes con fotos de la Virgen, candelabros, palmas rizadas, mantones. La Perdigona es de un pueblo enano de la sierra de Cádiz y aunque lleva muchos años en Sevilla nunca ha vivido la Semana Santa aquí. Con todo, se alinea con Adrián para defender a la Esperanza de Triana cuando Rafa y yo hacemos campaña macarena, va algunas veces a verla a la calle Pureza y tiene un top de marchas de cornetas y tambores del Tres Caídas. Solo lo ha visto en vídeos de YouTube y eso y la experiencia en la ciudad han sido suficiente para hacerle tomar partido.

Desde que vivo en una calle por la que pasaría la Virgen de vuelta, he tenido muchas otras ideas donde utilizo Pasa la Virgen Macarena como tópico literario. Hay una muy cutre pero muy divertida sobre una oftalmóloga del barrio de San Gil que por su avanzada edad ha perdido la visión y que tiene un nieto mariquita que canta saetas, todo un poquito Cegada de amor. Son ideas que nunca acabo desarrollando porque me sumo a ese principio que suena a rancio pero que no tengo alma de desmentir que dice que Sevilla es inenarrable. ¿Dónde pone uno la cámara cuando pasa la Macarena? Qué movida. Yo sé que a lo mejor queda hasta infantil no darle más vueltas, pero encuadrar se vuelve un ejercicio especialmente violento cuando se hace sobre algo que a uno le fascina.

Tampoco creo que explicar la Semana Santa de Sevilla sea difícil; ya se ha hecho muchas veces, algunas muy bien. Pero, claro, yo no querría explicar. Lo que yo quiero tiene más que ver con contagiar la fascinación, hacer por compartir la mirada. De pequeño en el colegio solo pintaba vírgenes y cristos, daba igual la época del año. Mi padre me dejaba usar su ordenador del trabajo para dibujar con Paint pasos de palio a base de figuras geométricas de colores. Imagino que todo este empeño tiene que ver con el cariño.

--

--