Fiestas de primavera en Sevilla III

Jesús Pascual
5 min readMay 26, 2021
Vistas desde un autobús Granada-Sevilla, primavera de 2018

Sevilla, 26 de abril de 2021

No tengo mucho que contarte, mi vida. Las cosas apenas han avanzado, o si lo han hecho no ha sido hacia los finales resueltos que a mí me gustarían. Sabes que estoy en una situación de desventaja y tengo la sensación de que esta vez me toca perder (más todavía) aunque todo el mundo me diga que tiempo al tiempo y que no baje la guardia.

Entre semana, los días que me coge de buenas, voy al gimnasio por la mañana temprano con Adrián, que es la que más madruga de la casa. Intento concentrar en el rato que estoy allí todos los pensamientos autoflagelantes del día. La selección musical es esencial. Esta semana empecé escuchando sevillanas por aquello de que debería estar siendo Feria, pero me acababa poniendo triste porque es verdad que hacía sol y buena temperatura y me habría venido bien un buen empuje de albero y traje con corbata, volver a encontrarle encanto a la sensualidad que hay en el mundo — el año pasado, encerrado en casa con Laura, la noté mucho más valiosa y mucho más presente — . Como las sevillanas de Feria me deprimían, empecé a escuchar sevillanas rocieras. Hay un disco de popurrís que recrea una noche de juerga en el camino, con sonidos de leña ardiendo y chascarrillos de los romeros en torno al fuego. Me lo pongo haciendo cinta y me creo que voy cruzando las arenas. ¡Qué divertido habría sido hacer el Rocío este año!

Llego a casa, me ducho y me pongo a adelantar trabajo, cosas del documental, correos por mandar, rellenar becas, preparar materiales para ayudas… Como rápido, porque en Escoberos se nos suele echar el tiempo encima para todo, mientras vemos las tres juntas algún episodio de Mujeres ricas de Beverly Hills. Creemos que Javier es Camille, la Manoli es Kyle, Rafa es Adrienne (o Lisa) y Adrián es Kim. Yo pensaba que era Taylor, pero cada vez que lo decía Javier me miraba serio y en una de esas me soltó inclemente que no era Taylor, que no me parecía en nada y que dejara ya ese rollo. La cuestión es que Taylor cumple años el mismo día que yo — adiviné que era géminis, las cazo al vuelo — y me habría gustado que nos pareciéramos más para no quedar excluida de mi grupo de amigas en la ficción.

El trayecto hacia el trabajo es uno de mis momentos favoritos del día. El sol da todavía suave y el tráfico a esa hora es bastante fluido. El coche es el único sitio donde puedo chillar lo que me dé la gana y aprovecho para cantar flamenco, las alegrías me van saliendo bastante decentes. Fantaseo muchas veces con que vivimos juntos en Madrid y organizamos cenas y almuerzos y afters, y que en las sobremesas alguien saca una guitarra y tú bailas y yo canto, y que la gente que no tiene ni idea flipa con nosotros, que tampoco tenemos mucha, y admiran nuestra natural gracia andaluza. Ahora estoy intentando que me salgan decentes los fandangos, pero a lo que de verdad aspiro es a saber cantar una soleá de Alcalá por derecho.

Desde el cambio de hora, salgo de trabajar de día. Esto me encanta porque el trabajo se me pasa más rápido y porque, aunque la luz natural no dura mucho más, llega justo para iluminar casi en malva los jaramagos de las cunetas. ¡Cómo están las cunetas en primavera! Muchas veces he pensado en entrar con el coche en algún camino de tierra, dejarlo ahí y salir a hacerles fotos, quiero que la gente las vea.

Aparco en cualquier sitio, aunque luego tenga que andar diez minutos hasta casa, o lo mismo me pongo a dar vueltas y vueltas buscando algo más cerca, me pesa por la gasolina pero es algo que no me desespera. Llego al piso: Rafa está cosiendo, ya casi ha terminado la colección nueva; Adrián está leyendo o estudiando o preparándose para sacar a Concha a la calle. Cenamos viendo una película o algo en la tele. Estamos a tope con Rociíto. Antes de que el programa o la película acabe, Rafa ya se está levantando para lavarse los dientes y echarse las cremas. Luego vamos Adrián y yo. La semana pasada a esta hora me ponía a hacer cosas del documental, pero he decidido dejar de hacerlo porque luego tengo pesadillas.

Ya empieza a haber mosquitos y por la noche me acribillan. Yo además me empeño en dormir con el balcón abierto, ahora que todavía el tiempo lo permite, desnudo con el edredón. Hay como un par de noches al año que coinciden con la primavera y el final del verano en las que hay que dormir con las ventanas abiertas porque la temperatura es tan suave que parece que no existe y la calle y la habitación se convierten en el mismo espacio y uno duerme profundo y tranquilo. Para que no se me escapen, abro las ventanas prácticamente todas las noches del año, incluso en invierno. También porque les tengo manía a los espacios no ventilados.

El cielo aquí está raro. Entre semana hace bueno, cuando se acerca el fin de semana amenaza con lluvia, al final nunca llueve. Llevo queriendo ir a Burguillos a visitar a Gabi un par de semanas y solo hacemos posponerlo. Dice que quiere enseñarme todos los naranjos del campo, que tienen muchísimas flores. Sabe que me gustan los jaramagos y dice que Burguillos está lleno. También quiero traerlo pronto a Escoberos ahora que ya interactúa con esta gente por Twitter. Quiero comprar más plantas. Me gusta mucho estar llegando a casa y mirar mi balcón desde la calle. El jazmín sigue creciendo y cada vez tiene más brotes, eso me tiene muy contento. Ayer me ahorré regarlo porque de repente empezó a diluviar, con truenos y todo, con sol también, de estas tormentas raras de verano a última hora de la tarde, en las que todo se vuelve amarillo. Un poco como el cielo ando yo.

A ti te veo genial y eso me hace muy feliz. No conozco a la mayoría de personas que salen en tus historias, pero te veo feliz entre ellos, parece que los tienes dominados y que ellos están fascinados contigo; cariño, no es para menos. Tengo muchas ganas de verte y de abrazarte y de fumar mucho y de que nos saltemos el toque de queda. Ni siquiera te pido que me lleves a una fiesta clandestina, quiero que demos tumbos los dos solos una noche entera como en una canción de Amaral. Hay algo en la primavera que indudablemente tiene que ver contigo. Hay algo en cada estación que indudablemente tiene que ver contigo. Te quiero.

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